Adela y Marcelino están aislados, una práctica común que viven los hablantes de una lengua indígena, quienes son procesados por el sistema judicial mexicano sin poder disponer de un intérprete. Fueron víctimas de la corrupción de la fuerza policial mexicana. A través de los sueños y los recuerdos que conservan de su tierra y su gente, narran la terrible historia que no pudieron contarle a un juez.