En el altiplano boliviano, los habitantes del pueblo de Tomave cultivan quinoa y crían llamas. Cantan y ríen para pedir lluvia, lanzando petardos y confeti a la Madre Tierra. Pero algunos agrónomos han llegado de la ciudad y merodean, están equipados con tecnología agrícola y decididos a racionalizar las prácticas. Éste es el preludio de una extraña mascarada.